viernes, 11 de mayo de 2018

29 de Abril: y no para de llover

No se ha dormido mal, la verdad, pero al no estar acostumbrados a estos colchones, nos duele todo. Ducha rápida y a desayunar. El desayuno del hotel no es muy allá pero no viene nadie a cobrarnos ni a pedirnos el número de la chambre así que comemos y bebemos gratis.

Parece que Moncha ha tenido problemas en la chambre y ha pedido el cambio, lo cual celebra Raúl porque le han despertado a las 9!! Pues venga, a la calle; salimos rodeando el hotel para ir al Jardín Japonés. Corcho, caen unas gotillas... No creo que llueva... mucho. Como su propio nombre indica, es una jardín de estilo japonés con su bambú, sus patitos y sus árboles cortados de forma rara. 




Salimos y nos vamos a la Plaza del Capitolio. Antes de llegar, nos encontramos con la Iglesia de Sant Sermain, construida allá por el 1115 y con una altura de 67 metros. Hay misa así que hay que ir con cuidado. Lo primero que llama la atención es el superenorme órgano que hay, que preside toda la iglesia. En el altar, una imagen de Sant Sermain, Saturnino bajo los Pirineos. Bueno, no molestamos más y ahora sí, a la Plaza del Capitolio. 
Llueve como en la estación del Monzón, debe ser que pasa por aquí. ¡¡Qué barbaridad!! Bueno, nada nos detiene y ya hemos llegado a la plaza. Nuestra entrada es justo por el lado de las Arcadas así que aprovechamos para verlas. Son 29 pinturas en el techo de uno de los laterales de la plaza, a modo de arcadas. Como nota curiosa, la 23 está dedicada a la Guerra Civil Española, con la famosa foto de Robert Capa. Esto nos sirve para apuntar que este evento histórico tuvo mucha trascendencia en Tolouse ya que fue receptora de muchos republicanos exiliados que dejaron su huella en la margen oeste del Garona: incluso muchos de los habitantes hablan español… Bueno, chapurrean. Volviendo a las arcadas, también hay una del equipo de rugby de Tolouse y de Carlos Gardel, que aunque nadie lo pueda creer, nació aquí pero que con 3 añitos se fue a Argentina donde le fue mejor cantando tangos.



Venga, pa dentro que llueve. Como en todos lados, te revisan la mochila al entrar los guardias de seguridad. Accedes a un patio interior en el que destaca la estatua de Enrique IV. Es una pena la lluvia y nos metemos dentro. 



Lo primero que hay es una enorme escalera con un busto de un tal Jean Jaurè. Subiendo por la escalera se ven enormes cuadros pintados en la pared y en los techos. Tras la Gran Escalera, la primera habitación es la Sala Gervais, que fue dedicada a ceremonias nupciales en sus inicios, y hoy alberga las alegorías del amor de Paul-Jean Gervais. Más allá se encuentra la impresionante Sala de los Ilustres, de 1674, aunque fue rediseñada en el siglo XIX por Paul Pujol. En ella es donde las recepciones oficiales y bodorrios de la actualidad, bajo la atenta mirada de doce bustos entre los cuales están los del General Imperial Caffarelli y Pierre-Paul Riquet, creador del Canal del Mediodía. Quince lienzos cubren las paredes, destacando los de “la Entrada del Papa Urbano II a Toulouse”, obra de Benjamin Constant y “La bella Paule en el balcón” de Henri Rachou. Cargada de arte también se encuentra la Sala Henri-Martin, donde diez obras de este autor de estilo similar al impresionismo se reparten a lo largo de sus paredes. Los Soñadores, donde Jean Jaurès aparece paseando junto a otras eminencias locales de la época por el cauce del río Garona, es la más conocida de las obras junto a los paneles que representan las estaciones en la región. Bueno, pues muy chulo todo pero nos tenemos que ir a la Oficina de Turismo, que está detrás del Capitolio, en el Donjon du Capitole.




En él nos enteramos que toda la ciudad va a estar de huelga durante el puente así que tenemos que replanificar las actividades: si queremos visitar Carcasonne, lo mejor es alquilar un coche. Cogemos los planos de rigor, los panfletos de lo que hay que hacer y a la lluvia otra vez. Fuera de la oficina de turismo hay un parque con unos cacharros para niños con forma de hoja de roble, gusano… Telmo pasa y se va a la fuente.

Tenemos más hambre que el perro de un ciego así que nos vamos a comer. Buscando, llegamos al Mercado de Víctor Hugo, en la plaza del mismo nombre. No es muy bonito pero los puestos de comida y el ambiente bohemio de la gente comiendo y bebiendo de pie lo hacen muy pintoresco. En la planta de arriba hay unos pocos restaurantes pero están llenos y en las terrazas no se puede comer bien por la lluvia; aun así, nos acercamos a una y sale una gabacha rumiando desde una ventana que con los gestos nos indica que nos piremos a otro lado. Pues nos vamos a un garito que hay enfrente y nos acoplamos en una terraza techada de la planta superior: el menú típico de guiri y unas cervecitas y reponemos fuerzas.

A la lluvia otra vez para volver a la Plaza del Capitolio a tomar un cafelito: entramos en uno y después de mil horas nos atienden y tras otras mil horas, nos los sirven. Para cobrar, son más rápidos, eso sí.

Salimos y cogemos la Rue Taur a ver la Iglesia de Nuestra Señora de Taur, en honor otra vez a San Saturnino que según la leyenda fue arrastrado por un toro (taur) y se soltó en este punto. Cerrada. Seguimos camino.



Antes de llegar al Pont Neuf, perdidos por el centro de la cité, paramos a comprar lo típico de aquí: mostaza, caramelos y sobre todo, lo que sea relacionado con las violetas, el símbolo de la ciudad. También es típico de aquí todo lo que sea de color pastel, que es como un azul claro… Para mí, de toda la vida un pastel ha sido lo que todos conocemos, no un color. En las compras, cae mostaza de violetas a la buchaca. Al llegar al puente, la lluvia se vuelve una locura y nos tenemos que resguardar en un café a calentarnos… Llevo los calcetines empapados.


Cuando escampa, siguiendo la Rue Metz, nos acercamos a la Catedral de Saint Etienne que nos pilla al ladito, como casi todo. Como la construcción duró tanto, conjuga casi todos los estilos arquitectónicos religiosos francesas: hay 17 capillas alrededor del altar y tiene una forma extraña porque se cuenta que es la unión de dos iglesias anteriores.



Muy bonita, pero de vuelta a la Plaza del Capitolio porque nos vamos al hotel a ver si alquilamos el coche y cenamos allí: un plato de pasta con alcaparras y una fuente de patatas, chistorra tolosana y pimientos. La Affligem de medio litro nos devuelve a la vida. Telmo no para de jugar al billar… se le ven conceptos pero le falta la técnica… Progresa adecuadamente

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